Llegó mi compañera, Santander de Batunga

Entró empapada.

- Una que se olvidó el paraguas- solté, así, sin personalizar.

- No uso- me contestó, desafiante y orgullosa de su trivial rebeldía.

Llevaba un jean desgastado, cortado con metódica desprolijidad antes de los tobillos, unas topper negras y una remera con las mangas largas estiradas casi hasta la punta de los dedos. Toda mojada.

- Hace calor, me seco mientras bailo- dijo y me clavó los ojos, como un boxeador que acierta el primer golpe y espera la reacción de su rival.

Acusé recibo, apuré mi porrón de medio litro y la agarré de la cintura.


2 comentarios:

Ojaral dijo...

Así sí que vale la pena bailar. Un temblor de vcaderas por ahí.
Saludos!

María Manega ::: dijo...

"y se encienden todos los colores"

y pongo la canción mil veces,
y dan ganas de bailar hasta secarse...