Cantares

A la vuelta de mi casa, sobre Avenida de Mayo, vive Omar Mollo, el rockero duro que encontró en el tango un terreno más prometedor: editó dos discos, pegó un premio Gardel y ligó giras por los mercados arrabaleros de tierra afuera.

No quiero obstinarme contra el bueno de Omar que, además, me cae de diez (va al mismo supermercado que yo y anda siempre de ojotas y bermudas camufladas, un encanto). Pero escuché sus discos y algunos vicios me dispararon una idea que hace rato me viene dando vueltas.

A Julio Sosa le tenemos un cariño y un respeto absoluto. El tipo se hizo bien de abajo: fue vendedor ambulante, podador municipal de árboles y repartidor de una farmacia. La tuvo dura. Y grabó su primer disco en el peor momento del tango: en la década del sesenta los cabarets se cerraban, el trabajo escaseaba y el tanguero era una especie de pieza de museo mantenido a través de conservantes, viejo y con peluquín. En ese contexto, llegaban los Beatles (o su versión uruguaya, los Shakers) y se comían crudo a todo lo que olía a naftalina. Y Julio Sosa bancó la parada: mucha facha, traje oscuro y voz potente. Levantó el muerto, le pegó una sacudida y convocó multitudes. En el ’64 se la dio con el auto cuando volvía de dar un recital y no la contó más. La leyenda dice que esa noche cerró el show con el tango “La Gayola”, cuyos últimos versos dicen “pa’ que no me falten flores cuando esté dentro del cajón”. Cincuenta mil personas fueron al velorio.

Si no nos peleamos con Mollo, menos nos vamos a pelear con el varón del tango. Pero la herencia de Sosa fue demasiado pesada. Los cantantes de tango sienten el deber de hacerse los machos. Y cuánto más recios, mejor. Las cualidades vocales no importan tanto, hay que desabrocharse los primeros tres botones de la camisa, mostrar el pelo en el pecho y poner cara de rudo. Aún cuando se canten mariconeadas. “Te suplico que no vengas a turbar mi dulce paz/ que me dejes con mi madre, que a su lado, santamente/ edificaré otra vida, ya que me siento capaz”… no suena muy varonil.

Con Goyeneche pasó algo similar. El polaco era un cantante tremendo, con una voz increíble adornada con un fraseo exquisito. Las primeras grabaciones del polaco son una belleza inigualable. Sin embargo, el Goyeneche más escuchado y más imitado es el de los últimos años, ese que a medida que el asma le dejaba menos aire, más tenacidad le ponía al fraseo. Manejaba los silencios, los acentos, arrastraba algunas palabras o susurraba algún verso. Decía el tango, más que cantarlo.

Por eso mismo los goyenechistas de hoy se preocupan tanto por los recursos actorales hasta el extremo de lloriquear sobre el escenario. Una exageración que, además, olvida al mejor polaco. Y de esta manera, cuando cantan “Te quiero siempre así, estás clavada en mí como un puñal en la carne” gritan desaforados como si efectivamente les estuvieran clavando un tramontina en una gamba. Bajen un cambio muchachos. Van a terminar volándose los sesos con “ni el tiro del final te va a salir”. Y esa vez el tiro va a salir.

Toda la sarta de lugares comunes tangueros se plasmaron en “Así se canta”, una porquería de canción que recomienda entonar con un nudo en la garganta y hasta sugiere que así cantaba Gardel. Una pelotudez. Gardel cantaba, esencialmente, bien. No lloraba, no tosía ni enfatizaba las letras con gritos escandalosos. Afinaba y tenía una voz privilegiada, punto. Lo demás es pura espuma.

4 comentarios:

rivito dijo...

Entonces en Ramos hay más de un talento suelto!
Yo conozco a un muchacho del barrio que, además de tocar muy bonito la viola y de bailar el rock & roll como si se le hubiera colado Elvis en el cuerpo, canta tan lindo que cuando se pone a zapar todos callan...

Ojaral dijo...

Totalmente de acuerdo. La popularidad de Goyeneche acercó gente al tango, pero abarató un poco el gusto. De todos modos, algunas cosas se van poniendo en su lugar. Lidia Borda y Ariel Ardit demuestran que se puede cantar bien sin caer en excesos expresivos.
Saludos!

leticia dijo...

aunque sé muy poco de tango, coincido con Ojaral, a mi me encanta Lidia Borda.
Por otro lado, el sábado fui al CAFF a ver 34 puñaladas, y cantaron VENTARRON, ja, al toque me acordé de vos! lo mejor del recital, te diré...

y sobre este post, me gustó mucho!!
como siempre te digo, soy tu fan :)

Lautaro dijo...

la verdá, don. no entiendo nada de tango pero coincido con cada una de sus palabras en lo que respecta al canto.
sin ser puristas los mismos conceptos se pueden aplicar a mi entender al rock, al pop y a cualquier genero.
de cualquier forma gracias por expresar tan bien esto.
y tambien concuerdo con que el goyeneche joven cantaba precioso.