Vieja guardia

Mal y tarde cumplo con la película “El café de los maestros”. La fui a ver hace un mes al Gaumont, en frente a la plaza de los Dos Congresos. Cine del Estado, del INCAA para ser más precisos. Cuatro salas, sillas cómodas y boleteros que atienden sin esas cabinas blindadas con cristales antimisiles que usan en los Hoyts.

A falta de una crítica calificada, acá van algunos apuntes sueltos e imprecisos.

Santaolalla, sacate las plumas.

Mañanas campestres, Bajo fondo, Árbol… Uh, qué loco! Metí una chacarera para los pibes. Secreto en la Montaña, Babel, dos premios Oscar bajo el brazo, orgullo nacional. Muy bien, aplausos. El dulce de leche, la birome, Norma Aleandro y Saltalaolla. Listo, ya está. El vedettismo del músico y productor me tiene podrido.

Arranca la película con la llegada en avión del ex Arco Iris a Buenos Aires. Se despierta con cara de “ufff, qué viaje largo, todo sea por encontrar a Horacio Salgán”. Hace la gran Ry Cooder en La Habana. La diferencia es que Cooder vive en California y llega en un Chevrolet 57 en busca de unos músicos cubanos a los que nadie recordaba. En cambio, para encontrar a Horacio Salgán no hay más misterio que buscarlo en la guía telefónica. O preguntarle a Antonio Carrizo. Te tomás un taxi y te deja en la puerta.

Después de esa primera escena, Saltalaolla, aparece cada diez minutos tocando perillitas en la consola de sonido. Listo Gustavo, ya sabemos que la tenés clara con la maquinola. Correte que llegó Mariano Mores.

Mores banca la parada

El tipo llega al ensayo con unos pantalones de cuero negros ajustadísimos y camisa blanca. Tremendo. El peinado impecable. No, Mariano Mores no usa peluquín. Al menos no para los porteños. Vayan a decirle a los cordobeses que la mona usa peluca. Te cagan a trompadas.

Saluda, agarra las partituras y pone primera. “Tarararia laira”, masculla, y sólo el diablo sabe las combinaciones siniestras de negras y corcheas que pasan por su cabeza. Después se acomoda en el piano y lo prende fuego. Si Jerry Lee Lewis lo viera se sentiría un pelotudo.

La vieja guardia aguanta los trapos

La película deambula entre ensayos y entrevistas mechadas con imágenes (poco logradas) for export: Corrientes, las clases de baile del Rosedal, el hipódromo y hasta una excursión innecesaria a la bombonera. Lo mejor sucede en el apretado resumen del concierto en el Colón.

Salgán, mezcla rara de Woody Allen con bigotitos a lo Clark Gable, sale al escenario y el teatro se derrumba. El estallido de aplausos para el único tanguero abstemio de la historia es tremendo. Leopoldo “toqué con todos” Federico copa la parada con el pecho inflado, los lentes gruesos y el bandoneón como una prolongación de las manos. Virginia Luque, la morocha por excelencia, se tira el ropero encima e irrumpe con más glamour que Marilyn.

La vieja guardia de los 40’ y 50’ se come crudo al siglo XXI. Punto, contrapunto, tango rante, burlón y compadrito. Sobre el final, con Taquito militar al palo, me olvidé que estaba en el cine, me paré y aplaudí. Sí, quedé como un gil.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Decime?…qué te hizo Saltalaolla para que te obsesiones de este modo…musicaliza lindo che...
Igual me causó mucha gracia

GALO PIERROT dijo...

MUY IRREVERENTE... MUY...
UN ABRAZO FLACO!!!

Irene dijo...

Jaja! Te imagine aplaudiendo solo y las caras de poker de los demas.
Te sigo leyendo, beso

leticia dijo...

muy buena esta reseña lisi.
me mató la parte de Salgán, cuando tenga una guía de teléfonos a mano, le pego un tubazo.

admiro todo lo que sabés de música.
me he convertido en tu fan.
tengo que reclutar más adeptos, pero seguí así que a 5 seguro llegamos.

besitos

lupanar dijo...

Me encanto! Muy buena critica, sutil-acida-graciosa. Muy buena combinación. Apoyo lo de Santaolalla.
Saludos,
Lupe.